Lluvia

Mira el reloj y la aguja parece estar en la misma posición que hace dos horas, eso le parecía tras haberlo mirado cinco veces en el último minuto. Espera sin saber el qué, pues eso es la que siempre había hecho, esperar mientras los trenes, los coches, la gente, el tiempo… pasaba de largo. Empieza a llover y ella ni se inmuta, las primeras gotas otoñales empiezan a deslizarse por su ropa, sin que mueva ni un solo músculo de su cuerpo, con la mirada fija al frente, perdida, vacía, o llena de nada. Empieza a llover a cada minuto con mayor intensidad, todos se refugian bajo los portales, las paradas de autobús están abarrotadas y únicamente un hombre de traje se aventura a cruzar la calle bajo esa manta de agua, seguramente para no llegar tarde a alguna reunión o compromiso de trabajo; quizá un directivo de alguna empresa importante, quién sabe… El agua se empieza a acumular en las aceras, charcos enormes cubren la calzada, y la lluvia sigue deslizándose sobre todo su cuerpo ahora mojado. Siente como el agua pasa a través de su pelo y recorre su cabeza deslizándose finalmente por su nuca y adentrándose en su cuerpo, el agua del suelo empieza a mojar el bajo de sus pantalones que casi están chorreando a partir de la rodilla, con todo, ella permanece inmóvil, como si estuviera fuera de sí, como si no sintiera nada, pues había ido dejando pasar todo su vida de largo y ahora estaba vacía. Estaba ahí parada cuando dejó de sentir el agua caer sobre sí, con la misma mirada perdida giró lentamente la cabeza hasta que su mirada encontró unos ojos oscuros y rasgados;
-“te estas mojando” dijo él mientras la cubría con su paraguas
-Lo sé, pero no lo siento, contesto ella
Él la invitó entonces a tomar algo caliente a una cafetería que había a 100 metros, aunque estaba abarrotada se lograron hacer un hueco entre la gente con la buena suerte de encontrar una mesa al fondo, junto a la ventana y antes de llegar al baño.
Ella pidió un cortado, él un chocolate caliente y ambos compartieron un bizcocho de zanahoria con almendras cubierto de chocolate blanco, estaba delicioso. El aspecto de ella era el de alguien que no sentía ningún amor por sí mismo, con un jersey ancho con un agujero en la manga y pantalones vaqueros viejos, todo mojado. Él tenía mucha mejor presencia, pantalones vaqueros y un jersey moderno, con una americana beige encima y unas deportivas sencillas pero vistosas, formaban una pareja totalmente atípica, pero eso no les impidió permanecer toda la tarde en ese rincón hablando sobre temas que nada tenían que ver con sus vidas pero si con sus opiniones, ambos muy críticos con las ideas del otro pero con un toque de ironía que hacia mágica la conversación. Son esos momentos en los que uno no entiende porqué le está pasando algo, el sentido de una situación, pero simplemente se deja llevar a ver dónde te lleva el destino.
Sobre las once los camareros empezaron a recoger, uno de ellos se acercó a la mesa con la cuenta y la dejó en la esquina aprovechando el paseo para recoger los últimos platos de la mesa de al lado. Invitó él. Ella se lo agradeció levantándose lentamente para iniciar su marcha hacia la calle, donde hace tres horas no conseguía sentir la llovía caer sobre su cuerpo y ahora una explosión de sensaciones se sobrecogían en su interior,
-“gracias por el café y la tarta” dijo ella, el sonrió y la besó.
Es curioso como, a veces, la conducta de uno se aleja de lo que se espera para sorprendernos, quedando en nuestras manos la dirección que dar a ese nuevo camino, a esa nueva puerta que se entorna ante nosotros (que no abre) ya que no conseguimos ver a priori lo que hay detrás. Cada uno debe luchar por su propio destino y hacer por que las cosas sucedan, no esperar inmóvil a que el destino venga a por ti, no dejar que los coches, los trenes, la gente, pasen de largo y agarrarlos antes de soltarlos…que es lo que a menudo hacemos y particularmente hago; soltar sin antes haber agarrado…
El final queda a libre interpretación, ya que seguramente el mío diste del tuyo que lo lees y del de él que ve todo de forma más real, dista incluso más del de el otro que es un apasionado de los finales trágicos, de lo dañino donde dolor acaba siendo el protagonista y seguramente diste del de ella, que pasó de no sentir nada a sentirlo todo.
Ahora es momento de imaginar, de ponerse verdaderamente en ambos papeles y elaborar tu propio final...
