domingo, julio 30, 2006

Solsticio


Es curioso, es en los momentos en los que menos acceso tienes a un teclado cuando te sientes más capaz y con mayor fluidez mental para expresar todo lo que pasa por tu mente, en esos momentos, desearías tener el ordenador delante y la rapidez necesaria para poder escribir todo aquello que pasa por tu mente exactamente como lo estas pensando, al menos eso me pasa a mi en algunas ocasiones, cuando la música, el entorno o algún otro estimulante me aporta la inspiración precisa para percibir y describir situaciones que en ocasiones se nos escapan de las manos. Y no solo situaciones, sino también sentimientos, la explicación al amor y al desamor, cómo simplemente a raíz de pensamientos y fantasías es capaz de erizarse hasta el último pelo de nuestro cuerpo y somos capaces de sentir frió aunque estemos rodeados de calor. Sentimientos, al fin y al cabo es por ellos por los que nos movemos. Cualquier gesto hacia el otro tiene como soporte un sentimiento, de apatía, amistada, rechazo, atracción. Aunque actuamos de forma inconsciente nuestros actos son capaces de expresar mucho mas de lo que creemos; en parte, todos somos algo transparentes ante unos ojos que sepan ver. Pues de eso se trata, de vernos los unos a los otros y a raíz de lo observado decidir si te gusta, si te merece la pena esa persona, esa amistas, o por el contrario la balanza se cae por su propio peso.
Lo triste llega con la equivocación, es un riesgo muy común al que estamos expuestos, cuando crees tener una idea de cómo es alguien para luego descubrir que no es así, que la cara que conocías era la cara oculta de una persona que pocas veces se atreve a mostrar, y que si tienes la suerte, o falta de ella de conocerla inevitablemente llegará la decepción, la asimilación y la distancia. Vacío y desorientación, eso siento yo cuando creo conocer bien a una persona para descubrir que no es verdad, que los momentos de complicidad y las miradas que hacían las palabras innecesarias eran provocadas inconsciente e ingenuamente por una o ambas partes y que ese ideal que creías conocer era demasiado perfecto para ser real. Aunque el hecho de que se desenvolviera en un aparente realismo sincero y poco habitual lo hace aún mas patético.
Ayer paseando por tierras andaluzas con música que parecía decir más de lo que en un principio expresaba y en un final carecía, podía disfrutar de esos momentos en los que no deseas estar en ningún otro sitio ni con ninguna compañía, sólo tu, la música y el sol que cada segundo se acercaba más al horizonte, teñía de añil todas las casas blancas de pueblo, primero desde las alturas, iluminándolas y aportándolas ese color cálido, templado, acercándose lentamente a ellas ganando terreno al azul rojizo que todavía separaba el horizonte de la estrella que lo acechaba a gran velocidad; yo desde un camino de tierra, lejos, no podía para de mirar, no quería retirar ni un solo segundo la mirada para no perder cada milímetro que ganaba, era como un imán, en seguida te cuesta apreciar con facilidad si sigues viendo la totalidad de la esfera o parte de ella se esconde detrás de esas montañas que delimitan el horizonte. Lenta pero ininterrumpidamente se empieza a deslizar, perdiendo terreno los colores rojizos y ocres y ganándolo el azul grisáceo del atardecer. Al fin, los últimos segundos, cuando sabes que en unos instantes desaparecerá por completo, justo en ese momento, cuando una lámina finísima es lo que queda del sol de un día más, otro día que se nos escapa de las manos casi sin darnos cuenta. Es entonces cuando vuelve ese gran dilema, “el tiempo” responsable de muchas comeduras de cabeza y de muchas teorías sin asentar, nuestro aliado y nuestro enemigo, el que hace que la vida tenga sentido y el que nos la va quitando. Recuerdo también ese atardecer en el punto más alto de Verona, donde la explosión de colores, el magnetismo y magia del entorno, la compañía, inmortalizaron un momento imposible de olvidar aunque quisiera. También París, una ciudad mágica sin duda y pronto los de Baiona, Zahara, y quién sabe…

miércoles, julio 05, 2006

Música electrónica.

Es curioso ese momento en el que abstraído de la realidad tienes una sensibilidad extrema para apreciar cosas que en condiciones normales seguramente no percibieras, y para analizar situaciones que quizá uno no llegue a imaginar pero se alegra de descubrir. Son esos momentos en los que te gustaría ver redactado todo aquello que estas pensando, con las palabras que utilizas y la entonación precisa, teniendo la esperanza de conseguir trasmitir justamente lo que estas pensando, poner al otro en situación y que sea capaz de experimentar las sensaciones que estas teniendo simplemente al pensar.

Un exceso de poca cosa y una sensación de caos, la consciencia de lo irracional y el ver como todo lo que te rodea se armoniza y forma parte de lo irreal. La música, la guitarra del tio de pelo largo, el actuar en el escenario, o actuar en la vida para subirte a un escenario y ser tu. Dejarte ver tal y como eres, como nadie se esperaba y dejando mucho que envidiar, luego, el de la armónica, complementando con la sinfonía justa, aportando la nota de color. También la camarera y el chico del final de la barra la barra, el flirteo con las miradas y la sonrisa tímida pero traviesa que los dos saben interpretar. De nuevo la música y la copa a la mitad. Ligeramente apoyada en la barra, empiezo a divagar. ¿Cómo una o varias personas son capaces de comunicarse y crear “música”? ¿cómo conseguir que el otro entienda justo lo que quieres trasmitir y encontrar el ritmo que mejor le va, que va a gustar más o que es más afín es a ti?, ¿Cómo dar forma al proyecto de una canción? Cuando a la vista del resultado parece que sólo se podía haber creado así… que esa pieza estaba destinada a ser compuesta exactamente como lo está, ya que en si es mágica.

En esos momentos me encantaría ser como Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York, capaz de describir situaciones de la vida cotidiana que vistas desde distintas perspectivas conforman una misma realidad, cuando eres capaz de analizar fríamente determinadas situaciones y llegar al final de asuntos, que por nosotros mismos y debido al velo de la ignorancia no conseguimos diagnosticar… ¿Por qué buscar la perfección, cuando la perfección en si misma es monótona y aburrida? Yo apuesto por lo divertido y dicharachero, por lo arriesgado, por lo que te hace vibrar y sentir que la vida en si misma tiene un sentido, que tenemos placeres que explotar y oportunidades de disfrutar, todo es cuestión de cómo te lo plantees.

¿Es la prudencia una alternativa a la espontaneidad? O es la prudencia en si misma una limitación para quienes por miedo a descubrir que les gusta aquello de lo que sin conocer se privan, rechazan descubrir determinados placeres de la vida y se ciñen a lo que a su juicio es socialmente correcto.

¿De verdad conocemos a aquellos que creemos conocer, o simplemente es una visión poco real de una persona que se presenta ante tus ojos interpretando el papel que quiere protagonizar? Con el tiempo todos nos vamos conociendo y somos capaces de predecir reacciones del otro antes incluso de plantear la contingencia, simplemente le hace a uno gracias (por decirlo de alguna manera) ver que las cosas pasan como sabía que iban a pasar y la rabia de no tener el carácter preciso para manifestar lo que piensas al identificar la excusa o mentira y después validar la hipótesis. Sobre todo cuando la mentira, en si misma, no tiene justificación. Pero que le vamos ha hacer si son así y no los podemos cambiar, y dudo que quieran. Sólo te queda el choque entre la decepción y la gratificación de haber acertado. Choque que lleva un tiempo canalizar, sumado a que en muchos casos no queremos hacerlo.