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Primer día en la torre blanca…para muchos un sueño, para otros una crucifixión, para los menos un reto… por suerte pertenezco a esa minoría. Primer contacto con la vida real, el trabajo en equipo, el trabajo ajeno, un intento de hacerlo propio pero demasiado impersonal, mecánico. La mañana empieza bien, tranquila, los nervios que creía iban a estar a flor de piel estaban ocultos, perdidos. Olvido las formalidades, el agradar, sólo trato de ser yo, y así lo hago. Un par de paseos a material y unas cuantas cuentas después se acerca la hora de comer, me esperan bajo 43 pisos de altura quizá con más nervios que yo, pues cómo se puede sentir una madre al ver por primera vez a su hija salir de trabajar de un sitio importante, trabajo precoz quizá, pero es la primera vez… comida majestuosa y vuelta a las alturas. Nadie parece volver, al rato noticias de una visita inesperada, ahora quizá extraña, pero bajo ilusionada, tímida por mi nuevo aspecto y algo resentida. Una conversación pendiente quizá. Por un lado dolida y por el otro comprensiva, tratando de ajustar lo máximo posible el mundo de las ideas al mundo real, tratando de relativizar pensamientos y dosificarlos para exteriorizarlos en su justa medida, ni por exceso, ni por defecto (los excesos suelen ser lo mio). Una cara conocida, una maleta, un montacargas, una entrada en un lugar prohibido, otra cara conocida y una despedida.
De vuelta al teclado, a las cuentas, a la memoria, a un programa desconocido, a las pautas de Eva, a los cálculos de Cris, a las galletas de Daniela. Una inoportuna llamada de teléfono y un error letal.
Pronto se acerca la hora de poner fin a “el” primer día, acabo todo a tiempo y exitosamente, recojo y de vuelta a mi vida, a mis historias, a mis pensamientos, a mis sueños.
En el metro leo y el tiempo vuela…la playa, una noche… disfruto.
Ahora se acaba el día pudiendo comprobar lo que es ganarse la vida y es ahora cuando me planteo la trayectoria de mi vida, todo a su tiempo, todo en exceso, todo perfecto y una juventud descuidada. Una vida de trabajo por delante ¿por qué tanta prisa? Quizá sea un error no disfrutar días perdidos, de no hacer nada y hacer todo lo que quieres. De no dar explicaciones y no sentir presiones de ningún tipo… quizá tenga razón ese amigo que hoy me escribía expresando lo quemado que estaba, demasiado rápido quizá. Pero siempre trato de hacer las cosas de forma pausada para que salgan bien, para que salgan de verdad, pero al final es demasiada la pausa y nunca salen… la suerte no esta de mi lado, o no se verla cuando lo está. Contradicción.
Mañana será otro día.
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